Yo trabajo, tu trabajas, él trabaja... todos trabajamos; y en este vértice moderno, es muy tentador caer envueltos en la telaraña laboral, olvidando que el trabajo es un medio y no un fin. Cuestión, esta última, de la que cada vez resulta más complicado trazar una línea divisoria.
Cuántas veces los empleados se quedan sólo para hacer tiempo en sus oficinas, y así pasan las horas y son las seis, las siete, las ocho y hasta pasadas las nueve de la noche. ¿Cuál es la excusa? "Tengo mucha chamba".
Sin embargo, no se trata sino de malos hábitos, de haber confundido la virtud de trabajar arduamente con el laborar excesivamente, costumbre nada saludable. Pues, ¿dónde o quién dice que estar más tiempo en los centros laborales significa ser un mejor empleado, tener un mejor desempeño, ser más eficaz y eficiente?
Hay que saber dar de nosotros calidad y no cantidad de horas trabajando, y sobre todo aprender a valorarnos, a reconocer nuestro desempeño, y no creer que la permanencia en los escritorios y frente a las computadoras asegurará nuestros puestos.
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